domingo, 6 de noviembre de 2011

Explosión de vida

Los primeros organismos surgieron sobre la faz de la Tierra hace aproximadamente 3600 millones de años. Estos organismos unicelulares fueron los únicos habitantes del planeta durante muchos miles de millones de años.
Luego de la aparición de las primeras formas de vida pluricelulares, hace 670 millones de años, la vida comenzó a diferenciarse y diversificarse rápidamente.
Hace 530 millones de años, en el período de la historia de la Tierra llamado Cámbrico, los océanos primitivos rebozaban de vida. Fabulosas esponjas de colores brillantes cubrían el suelo marino. Grandes Cnidarios, animales de aspecto gelatinoso, recorrían los mares con su gracioso ondular de tentáculos. Un pulpo gigante, representante del grupo Moluscos, aterrorizaba las aguas.
Antes de la aparición de los primeros insectos, hace 417 millones de años aproximadamente, las plantas ya habían conquistado la tierra.
Los primeros peces y vertebrados, por su lado, aparecieron hace 370 millones de años. Entre ellos se destacaba el Cephalaspis, un pez con una gran cabeza acorazada que podía sentir vibraciones en el agua.
Contrariamente a lo que la mayoría de la gente cree, los anfibios y los reptiles surgieron, casi simultáneamente, hace 340 millones de años, en una época en donde grandes árboles cubrían la Tierra.
Con la llegada del Jurásico, hace 225 millones de años, hicieron su aparición los dinosaurios carnívoros, herbívoros, grandes, pequeños y hasta voladores. Antes de la extinción de estos grandes animales, hace 65 millones de años, ya habían aparecido las aves y los primeros mamíferos.
De los miles de millones de años de vida que tiene nuestro planeta, solo en los últimos 200.000 años el hombre forma parte de su historia. Increíble, no?

domingo, 4 de septiembre de 2011




¿Por qué salta la rana?
Éranse una vez cinco biólogos que merendaban frente a un estanque, cuando una rana posada en el borde bruscamente se lanzó al agua. Inmediatamente comenzó la discusión: ¿por qué saltó la rana?
El primer biólogo, un fisiólogo, dice: “En realidad, es muy sencillo. La rana salta porque se contraen los músculos de sus patas; esto sucede debido a los impulsos que van del cerebro a los músculos a través de los nervios motores: estos impulsos se originan en el cerebro porque otros impulsos previos, que llegan al cerebro desde la retina, indican la presencia de una víbora depredadora.” […]
El segundo biólogo, un etólogo o estudioso de la conducta animal dice: “Esa explicación es muy limitada. El fisiólogo ha desviado la discusión, nos ha dicho cómo saltó la rana, pero no por qué. El por qué es que la rana ve la víbora y salta con el fin de escapar. La contracción de los músculos de la rana no es sino un aspecto de un proceso complejo y se la ha de concebir en término de los objetivos de dicho proceso: en este caso, evitar que la coman. El objetivo último de escapar de la víbora es esencial para comprender la acción.” […]
El tercero era un biólogo desarrollista, quien dice: “Ninguna de estas explicaciones es la adecuada. Si la rana puede saltar, es porque durante su desarrollo, del huevo fertilizado al renacuajo y luego la rana adulta, sus nervios, cerebro y músculos fueron ‘conectados’  de manera tal que esas secuencias de actividad son inevitables, o al menos las más probables para un conjunto dado de condiciones en el punto de partida.” […]
El cuarto biólogo, un evolucionista, dice: “Ninguna de estas explicaciones es demasiado satisfactoria. La rana salta porque durante su historia evolutiva sus antepasados debieron adaptarse a la aparición de una víbora; los que no lo hacían eran comidos, y por eso su descendencia no era seleccionada.” […]
El quinto biólogo, el molecular, sonríe con suficiencia y dice: “Todos ustedes están equivocados. La rana salta porque sus músculos poseen determinadas propiedades bioquímicas. Los músculos se componen en gran medida por dos proteínas filamentosas interdigitadas, la actina y la miosina, y se contraen porque los filamentos proteicos se deslizan unos sobre otros. La conducta de la actina y la miosina depende de la composición aminoácida de las dos proteínas, por lo tanto de sus propiedades químicas y por ende de sus propiedades físicas.”[…]
Los biólogos necesitan los cinco tipos de de explicaciones… y probablemente algunos más. Ninguno es correcto por sí solo: todo depende del propósito al formularse la pregunta inicial acerca del salto de la rana. En efecto, esa frase “todo depende” es un aspecto importantísimo tanto de los procesos vivos como de los intentos de los biólogos de explicarlos. El motivo de la pregunta determinará el tipo de respuesta más útil. Es propio de la naturaleza del pensamiento biológico que todos los tipos de respuesta son –o deberían ser– parte de nuestro intento por comprender el mundo. La biología exige esa suerte de pluralismo. Concentrarse en un subconjunto cualquiera de explicaciones equivale a presentar un cuadro parcial; para tratar de comprender totalmente el más sencillo de los procesos vivos, debemos trabajar simultáneamente con los cinco tipos de explicaciones.

jueves, 11 de agosto de 2011



Vida de Leewenhoek
Tarde de primavera de 1679, en Delf, Holanda. Mientras la lluvia cae suavemente sobre el jardín, Anton Van Leeuwenhoek, comerciante de telas local, toma tranquilamente un té y mira interesado una de las tantas muestras que pone bajo sus lentes y la vuelve a examinar. Su hija lo mira y suspira, sin comprender cómo puede su padre perder tal cantidad de tiempo tallando lentes y observando cosas que, aunque son sorprendentes, no dejan de ser solamente divertidas. A Leeuwenhoek no le interesan las teorías ni los grandes descubrimientos. Él no es un filósofo ni un científico. Él es un observador nato, alguien capaz de mirar algo durante una semana seguida antes de empezar siquiera a dibujarlo, sólo para estar seguro de que no cometerá ningún error.
Sin embargo, mientras Leeuwenhoek toma tranquilamente su té, no puede imaginar que en unos breves instantes, una idea aparentemente no importante va a convertirse en uno de los grandes avances de las historia de la ciencia: ¿Cómo se verá una gota de saliva?... Y sin demasiadas esperanzas de encontrar nada, toma una pequeña muestra, la pone bajo la lente y observa. Durante varias horas no hace otra cosa que observar. Finalmente, con los ojos llorosos de tanto mirar, pide a su hija que se acerque. "María. Mira esta gota de saliva. Hay unos animalillos pequeñísimos. Se mueven". Aquella tarde de primavera de 1679, María Van Leeuwenhoek, fue el segundo ser humano que por primera vez en miles de millones de años, observó un microorganismo. ¿De dónde han salido, padre? Claro, esa era la clave. Si todo era correcto, habrían caído del cielo formados a partir de la nada. Así que tomó directamente una muestra de lluvia en un plato limpio de porcelana. Y cuál sería su sorpresa cuando descubrió que el agua estaba limpia. "Así que no caen del cielo".
Muchos científicos de la época vieron en esto una prueba que invalidaba definitivamente la Generación Espontánea. La vida debía surgir necesariamente de la vida. No fue hasta más de 100 años después cuando por fin se lograron tallar unas lentes con la suficiente calidad como para volver a observar una bacteria. Hoy en día, nadie parece recordar el papel fundamental en el desarrollo de la ciencia que tuvo este hombre. Un simple comerciante de telas holandés que apenas sabía leer y escribir, un observador apasionado, la primera persona en ver una bacteria.

sábado, 14 de mayo de 2011

Ciencias de la vida





“Un bebé mira seriamente a su madre y toda su cara se arruga en una inconfundible sonrisa.
Entre los árboles revolotean las aves en sus ritos de apareamiento.
En el verano “nubes” de diminutos insectos negros nos rodean cuando paseamos por el campo.
Llegó el otoño y entre las hojas caídas del arce brotará un bosque en miniatura de hongos.
En un arrecife de coral, miradas de peces con franjas de colores brillantes nadan entre las grietas, cada individuo es parte de la unidad del conjunto mayor.
En una gota de agua de un estanque se encuentran criaturas unicelulares casi transparentes; en ocasiones, una se encuentra con otra y la absorbe.
Criaturas vivas…todas siguen sus caminos individuales y colectivos por el mundo, cooperan, compiten, evitan, conviven, explotan, dependen unas de otras…
Son los productos de 4.000 millones de años de evolución, del desenvolvimiento continuo de los grandes experimentos naturales que las condiciones físicas y químicas del planeta Tierra hacen posibles y tal vez inexorables. Cada organismo tiene su trayectoria de vida, propia, singular, en el tiempo y el espacio, desde el nacimiento hasta la muerte.
La sola magnitud, diversidad y volumen de la vida en la Tierra supera nuestra imaginación…
Los organismos vivos independientes más pequeños miden apenas 0,2 micrómetros de diámetro; el más grande de los animales vivos, la ballena azul, puede alcanzar una longitud de 30 metros y un peso de 200 toneladas, mayor que el de cualquier dinosaurio extinguido.
Las bacterias viven unos 20 minutos y se dividen en dos. Un roble puede vivir mil años. Las secoyas californianas superan de lejos a las ballenas y los robles al alcanzar los 100 metros de altura y 2.500 años de edad.
Qué mundo maravilloso para disfrutarlo en toda su asombrosa diversidad…
La Biología, ciencias de la vida, sacan a la luz la belleza que suele hallarse bajo la superficie de las cosas…”



Para pensar...


¿Qué es ser científico?

Los científicos están marcados por más etiquetas que ninguna otra profesión, en las películas lo pintan de locos y ermitaños, en los colegios de superhombres eficaces e inapelables, en la calle se les ven como elementos de autoridad o como arrogantes que creen tener la verdad.
La definición de científico es compleja, es más apropiado encontrar las cualidades de un científico por acotación, es decir, cercar por antagónicos: decir qué no es ser científico para acercarnos, cada vez más, a las características de éstos. Ser científico no es hacer experimentos de cocina ni explosiones coloridas para la televisión. Ser científico no es llevar una bata verde, pelos largos a lo afro y gritar ¡Eureka! cuando un líquido cambia de color. Ser científico no es "investigar" la primera rareza que se observe colgándole el sambenito de misterioso e inalcanzable. Ser científico no es dar argumentos estáticos, autoritarios y, por completo, definitivos. Ser científico no es estar en posesión de la verdad absoluta ni dar afirmaciones a la ligera sin el rigor del trabajo continuado y la comparación exhaustiva.
Un científico es un ser humano, como cualquier otro, que trabaja según unas normas sociales acordes a su disciplina (el método científico no es fijo, es flexible, es un guante que se amolda a la forma de la rama científica en la que se trabaje y a la época en la que se investigue). Todos los científicos comparten algo: la curiosidad por los mecanismos naturales. El científico parte de la base de que cualquier cosa que sea susceptible de medida podrá ser escrutada para desvelar su funcionamiento. La naturaleza no tiene misterios, el científico es quién sabe dónde mirar y qué preguntar, mira la naturaleza y le pregunta. Ve preguntas donde los demás no ven nada. Su tarea es saber leer las respuestas y por eso la tarea del científico es perfilar más y más sus modelos para que éstos sean más acordes a la naturaleza.
Casi no hemos dicho nada, pero lo hemos dicho todo. El científico debe ver el mundo como un intrincado edificio con multitud de puertas, conectadas unas con otras, su trabajo es ir buscando los medios para abrir esas puertas y ver qué hay dentro. No debe creer en misterios irresolubles, los éxitos más sonados serán aquellas aperturas que lleven a un mayor número de nuevas puertas cerradas. Y volver a empezar, a seguir abriendo, un trabajo de mejora continúa. Un científico nunca piensa que su trabajo está terminado, eso es pseudo ciencia.